Encuentro Literario Virtual
  Bucay
 

26 Cuentos Para Pensar de Jorge Bucay

SUEÑOS DE SEMILLA





En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de potencialidades.

...Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en proceso de desarrollo.

En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después. Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.

Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son los sueños secretos.

Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en árboles.

Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla.

Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.

Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez cegadora.

Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos... Y un día, mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.

Nada hay que temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque cada semilla sabe... cómo llegar a ser árbol...

26 Cuentos Para Pensar de Jorge Bucay
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Biografia: Jorge Bucay es un psicodramatista, psicoterapeuta gestáltico y escritor argentino. Nació en Buenos Aires en 1949, en una familia modesta del barrio de Floresta. Se graduó como médico en 1973, en la Universidad de Buenos Aires, y se especializó en enfermedades mentales en el servicio de interconsulta del hospital Pirovano de Buenos Aires y en la clínica Santa Mónica.

Ha trabajado desde los trece años. En su camino de vida ha sido vendedor ambulante de calcetines, de libros, de ropa deportiva, agente de seguros, taxista, payaso, almacenero, educador, actor, médico de guardia, animador de fiestas infantiles, psiquiatra, coordinador de grupos, colaborador de radio, conductor de televisión, y psicoterapeuta de parejas y adultos. Actualmente, su tarea como ayudador profesional, como él se define, se divide entre sus conferencias de docencia terapéutica, que dicta desde hace varios años viajando por el mundo, y la difusión de sus libros, herramientas terapéuticas según el autor.

Autor de Cartas para Claudia, Déjame que te cuente, Cuentos para pensar, Amarse con los ojos abiertos y 20 pasos hacia adelante. Es autor también de cuatro libros que constituyen la serie Hojas de Ruta: El camino de la auto-dependencia, El camino del encuentro, El camino de las lágrimas y El camino de la felicidad. Sus obras se han convertido en bestsellers en México, Uruguay, Chile, Costa Rica, Venezuela, Puerto Rico y España, y han sido traducidas a diecisiete idiomas.

Bibliografia
Cartas para Claudia (1989)
Recuentos para Demián (1994)
Cuentos para pensar (1997)
De la autoestima al egoísmo(1999)
Amarse con los ojos abiertos (2000)
20 pasos hacia adelante (2007)

Serie Hojas de Ruta:
El camino de la autodependencia
El camino del encuentro
El camino de las lágrimas
El camino de la felicidad



EL CAMINO HACIA LA FELICIDAD. Jorge Bucay
Todos sabemos algo al menos lo necesario para vivir sobre el tema de la felicidad. Por lo tanto, algunas de las cosas que voy a decir sonarán a repetidas o consabidas, si bien trataré de ponerlas en un orden nuevo, cambiando la manera de decirlo. La vieja discusión del mundo de la filosofía y de la psicología sobre qué significa la felicidad en la vida cotidiana se ha llegado a plantear en términos de si existe o no la felicidad, si ésta resulta tan sólo algo transitorio o si de verdad se puede ser feliz. La discusión, como siempre, no sólo pasa por la cuestión filosófica en sí, sino que además tiene mucho que ver con la pregunta de a qué llamemos "felicidad".
Dependiendo de ello, la felicidad se volverá algo imposible, algo transitorio o algo capaz de ser alcanzado. Por eso, si bien está muy lejos de resultar definitiva y no deja de ser una de tantas otras, expondré a continuación mi pequeña y privada definición de felicidad. Todo lo que más abajo afirme estará en relación con ella. Tomando los dos extremos, hay gente que cree que la felicidad es homologable a estar contento, a estar alegre, haciendo de la felicidad el uso que le corresponde como palabra cotidiana.
Así, decimos: "¡Hoy estoy tan feliz!" y ¡"Hoy estoy tan poco feliz!". Otros nos cuentan: "He tenido un fin de semana muy feliz". O recuerdan: "Tuve una infancia muy feliz".
Hablamos de felicidad como si fuera sinónimo de estar contento o alegre, una expresión equivalente a "estar riéndose". Ahora bien, nadie puede sostener la idea de que uno pueda estar riéndose todo el tiempo (24 horas al día, 365 días al año y 70 u 80 años). Eso es imposible de conseguir. Por tanto, si ésta es nuestra idea de la felicidad, y como sólo tendremos algunos momentos alegres, sostendremos con todo el derecho que únicamente hay "momentos felices" y que hay que tratar de vivir muchos de ellos, pero que, lamentablemente, son sólo algunos "momentitos" y que no se puede ser feliz. Sin embargo, si pensamos en la felicidad como algo diferente, como un estado interior, no como algo relacionado con una alegría que proviene de fuera, sino como algo que pasa "de la piel hacia dentro" (un proceso interno), podríamos entender que quizá sea algo más duradero, que acaso ser feliz no sea un evento casual y transitorio que depende de lo bien que vayan las cosas. Pensada así, la felicidad podría empezar a ser algo relacionado con la tranquilidad interior, con la paz espiritual, una sensación interna de serenidad, de tranquilidad y de certeza que me llene y me inunde de una agradable satisfacción con respecto a la vida. Definida así, en definitiva, la felicidad puede ser algo más permanente y que dure más tiempo; o puede ser algo que nos invada de una vez y para siempre.Me gustaría diferenciar dos conceptos que ayudan a darse cuenta de lo que quiero decir.
Cuando la alegría se relaciona con un hecho que proviene de fuera de nuestra vida, en general está relacionada con conseguir algo, con llegar a algún lugar, con alcanzar una meta, sea ésta el amor de la persona amada, una fortuna económica, un puesto determinado, el reconocimiento de los otros, etc. Sea cual sea nuestra meta, conseguirla nos alegra. Pues bien, mucha gente identifica lo anterior con la felicidad, y haciéndolo tiende a pensar que, si quiere ser feliz, tiene que alcanzar metas, cumplir con ellas. Sin embargo, imaginemos un señor que sale a navegar en su barco. Está en el puerto de Buenos Aires, embarca en su velero, iza las velas, leva anclas y se hace a la mar. En un momento determinado se desata una tormenta de viento, lluvia y remolinos tan furiosa y oscura, tan terrible y feroz, que el velero es virtualmente alzado en el aire y llevado mar adentro. De repente, el hombre se da cuenta de que ha perdido el control sobre su barco y que la nave se está alejando inquietantemente de la costa; como el marino no tiene instrumental, desconoce el lugar adonde se dirige, ni qué demonios va a suceder. Teme por su vida, se sujeta al palo mayor del mástil. Cuando la tormenta empieza a calmarse, a pesar de que el cielo no se despeja, se da cuenta de que mira para todos los lados y lo único que ve es agua. La costa ha desaparecido. Reconoce que está perdido porque la tormenta lo ha dejado a la deriva.
El barco está sano, la vela está entera, el motor del barco funciona, pero él no tiene ni idea de adónde lo ha llevado la tormenta.
Entonces, quizá arrebatado por la falsa fe que a veces nos rapta en momentos desesperados, el hombre se hinca de rodillas y empieza a rezar. No reza porque sea religioso, sino por su desesperación. Se acuerda de su fe y entonces reza: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Estoy perdido! ¡Dios mío, ayúdame, no sé dónde estoy!".
Y de repente, el cielo se abre y un rayo de sol desciende sobre el velero y se escucha una voz que dice:
"¿Qué sucede?".
El hombre está sorprendido, está frente a un milagro que le está pasando precisamente a él; imaginario o no, lo que está viendo es un milagro.
Entonces contesta compungido:
"Estoy perdido. La tormenta me llevó mar adentro. Ahora no sé dónde estoy".
Entonces la voz le dice:
"Estás a 28 grados de longitud sur y 35 grados de latitud oeste". "¡Gracias, Dios mío!", contesta nuestro hombre


 
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