Encuentro Literario Virtual
  Herrera
 





Esta desnuda playa, esta llanura
de astas y rotas armas mal sembrada,
do el vencedor cayó con muerte airada,
es de España sangrienta sepultura.

Mostró el valor su esfuerzo, mas ventura
negó el suceso y dio a la muerte entrada,
que rehuyó dudosa, y admirada
del temido furor, la suerte dura.

Venció otomano al español ya muerto,
antes del muerto el vivo fue vencido,
y España y Grecia lloran la vitoria,

pero será testigo este desierto
que el español muriendo, no rendido,
llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria.

Fernando de Herrera

Biografía

Fernando de Herrera nació en Sevilla en 1534. Su padre fue hidalgo de pocos bienes. Fue amigo del humanista Juan de Mal Lara, con quien compartió la ambición de saber enciclopédico, característica del hombre del Renacimiento. Herrera cursó estudios eclesiásticos y recibió órdenes menores. Tenía una pasión por la libertad absoluta, y hasta se negaba a recibir cualquier merced que pudiera encadenarle de cualquier modo. Era un espíritu refinado que no se abría fácilmente a la intimidad. Tenía pocos amigos, y ellos todos humanistas, poetas o escritores. Herrera era enemigo de lisonjas, de favores y de murmuraciones.

Fue severo en sus costumbres. Amaba la soledad y el silencio. Representa este hombre el arquetipo del poeta culto, entregado con celo casi religioso a su vocación intelectual, a sus creaciones poéticas y al acrecentimiento de su saber. Pulía y corregía sus trabajos escrupulosamente en busca de una perfección que nunca le parecía lograda; modificaba una y otra vez sus composiciones y llegaba hasta a rehacer por completo una obra entera si no le satisfacía. El poeta andaluz había sustituido casi en su totalidad la inspiración por una atormentada manipulación del lenguaje.

La vida personal de Herrera carece de interés. Conoció, sin embargo, una pasión intensa por la Condesa de Gelves, Doña Leonor de Millán, esposa de Don Álvaro Colón y Portugal, segundo Conde de Gelves y biznieto del Descubridor, quien fijó su residencia en Sevilla en 1559. Toda la lírica amorosa de Herrera gira en torno a este amor. Jamás descubre en su poesía el nombre de la mujer amada, a la que celebra por medio de varios epítetos: Luz, Estrella, Lumbre, Lucero, Sirena, Aglaya y Eliodora. Sólo los íntimos amigos de Herrera conocían su secreto. Fue sólo el pintor Francisco Pacheco, (1564-1644) en su Libro de retratos (ca. 1599), quien menciona el nombre de su amada en un elogio a Herrera. Después de la muerte de la Condesa en 1581, Herrera renunció totlamente a la poesía y trabajó tan sólo en obras de preceptiva literaria y de historia.

La primera edición de las poesías de Herrera apareció en vida del poeta en Sevilla en 1582. Una segunda edición fue publicada por el pintor Pacheco en 1619 (365 composiciones). Ha habido otras ediciones de José María Asensio (1870), Adolfo Coster (París, 1908) y José Manuel Blecua (1948). Uno de los mejores estudios de Herrera fue compuesto por Oreste Macrí en 1959. Blecua piensa que el pintor Pacheco editó las obras de Herrera el Divino modificándolas según el gusto literario del momento, el «culteranismo». No se sabe hasta qué punto fueron modificadas las poesías de Herrera por haberse perdido las originales. Representa Herrera el enlace entre el Renacimiento y el Barroco.

Herrera representa la total nacionalización del petrarquismo y del italianismo introducidos en España por Boscán y Garcilaso durante el Primer Renacimiento. Herrera da entrada a los motivos patrióticos y religiosos en su poesía, al lado de los eróticos y pastoriles del Primer Renacimiento. Hay énfasis, grandilocuencia, cultismos latinizantes, suntuosidad, opulencia verbal, complicación sintactica, acumulación y brillantez de metáforas, elementos todos que anticipan el arte barroco.

Antes de su enamoramiento, Herrera quiso destacarse como poeta épico. Garcilaso, el soldado heroico del Emperador, embebido en su mundo pastoril, no escribe un sólo verso para cantar las glorias militares de su tiempo. Herrera, el clérigo sedentario, encarna poéticamente el ideal imperial de la España guerrera y religiosa y la interpretación providencialista de la monarquía española, convertida en brazo seglar de Dios para la lucha armada contra los enemigos de la cristiandad. Vemos esto en la «Canción al Señor don Juan de Austria», escrito probablemente en 1571 (la batalla naval de Lepanto fue el 7 de octubre de 1571).

 
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